A muchos les puede dar vergüenza solo con
mencionarlo y a otros desde luego lo que voy a decir les parecerá de lo más
friki que puede haber, pero las cosas son como son y hay que reconocerlo: la
historia de Star Trek es buenísima.
Los viajes de la mítica USS Enterprise, la única
capaz de ganarse la fidelidad del mujeriego capitán James Kirk, junto a su
mejor amigo, el comandante Spock, un extraterrestre capaz de dar pleno sentido
a la expresión «fría lógica», encabezando una eterna misión de exploración de
los territorios (planetas) de la Federación Estelar, siempre bajo la tensa
amenaza de los bárbaros imperios limítrofes es, cuanto menos, llamativa. Y es
que nos encontramos ante una de las tripulaciones con mayor carisma del cine de
ciencia ficción, desde la teniente Uhura, eterna traductora del puente de
mando, hasta el irónico doctor McCoy, con una personalidad aplastante tan solo
comparable al humor del viejo Coronel O'Neill. Argumentos bien hilados,
cerrados sobre sí mismos, con una visión de la realidad más ficticia que
científica y tan criticada como imitada por posteriores obras del género pero
que, sin embargo, ha logrado enganchar a espectadores por generaciones. Y digo
bien, porque gracias al trabajo de J.J. Abrams, creador de la exitosa serie
Perdidos (Lost), nos llega una nueva entrega de los viajes de la Enterprise con
la forma de una precuela no del todo usual.
La película nos encuadra en una época en la que
el universo aún no ha sido pacificado por completo y los mundos libres de la
Federación sufren la amenaza de los imperios exteriores. El día del nacimiento
de James T. Kirk se produce uno de esos ataques, aunque esta vez la nave
invasora, capitaneada por una criatura extraterrestre de nombre Nero, no carga
contra ningún planeta, sino contra la propia nave que lleva al bebé y a su
familia a bordo. Al parecer, este ser busca vengarse de un oficial de la flota
estelar llamado Spock, al que acusa de estar huyendo de él en una nave de la
federación. El problema es que Spock aún es solo un niño que nunca ha
abandonado su planeta.
Star Trek: un nuevo comienzo posee
un guión atractivo, bien hecho, especialmente dedicado a dotar de una madurez
creíble a los personajes y enfocando la historia desde una óptica actual pero
sin perder la magia que caracterizaba a la versión original de Gene
Roddenberry. Se profundiza especialmente en la personalidad de un Spock más
humano que da respuesta a muchas de las incógnitas en torno a este protagonista
y su vida, algo que es de agradecer. Las mayores sorpresas de la trama recaen
en las intervenciones fortuitas de antiguos personajes y su grado de adaptación
a las situaciones que se les plantean, logrando brillar en un marco de escenas
que parecen haber sido creadas ex profeso para su recreación personal (y de los
propios fans de la saga, con sus inteligentes guiños a la historia original).
Sin embargo, en ocasiones el argumento se hace demasiado predecible en un
sentido lineal, y eso puede hacer perder cierta fuerza al film, del mismo modo
que algunas escenas, llevadas muy a la fuerza, parecen encajarse con cuñas en
el hilo argumental cuando, en realidad, sobran.
Una de las mayores críticas, casi burlas, que ha
sufrido esta historia ha sido la de unos efectos especiales bastante pobres e
incluso ridículos; pues bien, en este caso cualquier parecido con el pasado es
pura coincidencia: efectos especiales espectaculares y una calidad visual
abrumadora, tanto en sus elementos técnicos como en sus decorados, que hacen
las delicias de cualquier amante exigente de la ciencia ficción. Esto, unido a
una gran banda sonora a cargo de Michael Giacchino capaz de dotar de
personalidad y vida al propio espíritu de la película, siempre con un
agradecido toque ochentero y un merecido homenaje a la banda sonora original de
Alexander Courage, da como resultado una obra completa que sorprenderá a viejos
seguidores y nuevos espectadores.
El (futuro) capitán James T. Kirk, interpretado
por Chris Pine, es tal vez el personaje que más deja que desear. No parece
haber sido pulido por completo, puede que partiendo del supuesto de que el
tirón del Kirk de William Shatner terminaría por levantarlo sin esfuerzo, pero
no ha sido así, y el abrumador peso que se le ha dado en la gran parte de
escenas no hace sino confirmarlo. Zachary Quinto por su parte lo borda en un
papel de joven Spock que parece hecho a su medida, con una interpretación
profunda y sencilla que da sentido a todo el complejo entramado emocional que
este extraterrestre se esfuerza en ocultar. Zoë Saldana por su parte está
correcta en su papel de Nyota Uhura, aunque su credibilidad a veces se ve
comprometida por algunas escenas innecesarias, así como Karl Urban (Éomer en El
Señor de los Anillos) interpretando al doctor McCoy con un estilo que
recuerda muy acertadamente a los trabajos del difunto DeForest Kelley sin
perder su propio toque personal. Por su parte, la aparición de Eric Bana
caracterizado como el vengativo Nero es sorprendente y está bastante bien
llevada, un "malo" creíble que, sin embargo, contiene su potencial a
fin de no ensombrecer a un omnipresente Kirk. Y me reservo una mención para que
aquellos que se animen a verla se sorprendan tanto como lo hice yo.
Una película digna de ser vista en pantalla grande, fuerte entre las de su género y de calidad, que da la vuelta a todo lo que hemo visto hasta ahora y nos prepara para una nueva saga de Star Trek que bien merecerá la pena ser vista. Os garantizo una tarde de cine.
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