La enseñanza más maravillosa de la Bella y la Bestia
es que las cosas deben ser amadas antes de ser deseables.
Con esta frase el escritor y filósofo inglés G. K.
Chesterton nos abre el corazón de uno de los cuentos más entrañables y
preciosos de todos los tiempos, además del favorito de una servidora: La
Bella y la Bestia. Un cuento con una sospechosa base en las historias de la
mitología griega que tomó forma por medio de la pluma de varios escritores,
cristalizando en la sencilla versión de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, y
alcanzando una fama universal gracias a la adaptación animada de los estudios
Walt Disney.
Emile de Ravin interpretando a Bella. |
Una historia que, en su versión tradicional, nos sitúa
en la vida de Belle (Bella), una joven francesa del siglo XVIII, hija de un
mercader caído en desgracia, que sufre las burlas y malos tratos de sus
hermanas, hermosas como ella, pero vanidosas y frívolas. Por culpa de un giro
de la suerte y para salvar la vida de su padre, Bella se ve obligada a vivir en
los dominios de una extraña criatura de aspecto grotesco aunque de noble
corazón que habita en un castillo solitario y oculto en un valle. La bondad del
monstruo puede finalmente más que su terrible aspecto y la joven termina
entregándole su corazón, lo que hará que la bestia ya no sea la misma nunca
más. Mientras que, en su versión de animación, Bella se nos presenta como la
inteligente hija única de un bondadoso inventor que, tras cambiar su suerte por
la de su padre, es encerrada en un castillo encantado, en el que todos sus
habitantes sufren una terrible maldición que los ha convertido en útiles del
propio castillo y que solo podrá romperse por medio del amor de la muchacha
hacia el monstruoso dueño del lugar.
Resulta verdaderamente asombroso que una historia tan
sencilla pueda propiciar la aparición de lecturas tan distintas de su forma sin
que su fondo se vea afectado en lo más mínimo... Al menos hasta ahora.
De la mano del canal norteamericano ABC, propiedad de
la compañía Walt Disney y responsable de series originales como Castle o
Modern Family, y con la autoría de los conocidos creadores de Perdidos,
Adam Horowitz y Edward Kitsis, nos llega Érase una vez (Once Upon a
Time), la historia de Emma Swan, una joven que ha pasado sola toda su vida tras
haber sido abandonada por sus padres al poco de nacer y haber dado en adopción
a su único hijo. La serie arranca cuando Henry, el niño ahora de diez años,
reaparece en su vida y se la lleva a Storybrooke, una extraña ciudad de Maine
(EE.UU.) cuyos habitantes, según el pequeño, no son sino los personajes de los
cuentos que han sido atrapados por una maldición de la Reina Malvada y
encerrados fuera del tiempo sin sus recuerdos. La cosa parece complicarse aún
más cuando Henry desvela a la mujer que ella es la encargada de devolver a
aquellas personas sus finales felices, inclusive a la propia madre de Emma:
Blancanieves.
El personaje de Rumpelstiltskin y La Betia se funden. |
En medio de este maremágnum de personajes amnésicos,
vidas paralelas y finales felices que penden de un hilo, la aparición
estrella de nuestro cuento se encuentra en el capítulo doce de la
primera temporada titulado en España "A flor de piel" (Skin
deep), donde la cruda realidad de una reinterpretación demasiado libre de la
historia nos pone en antecedentes de lo que nos espera: Bella ya
no es una humilde y valerosa campesina, sino una princesa, hija del Rey
Maurice y prometida al noble Gastón, que aguarda la llegada a su palacio
de Rumpelstiltskin, un hombre maldito de desagradable aspecto al que los
aldeanos apodan "Bestia" debido a su malicia y a su gusto por hacer
tratos con personas desesperadas. El Rey lo ha llamado para que lo ayude en su
lucha contra los ogros, pero ante la negativa de entregar a Bella a cambio de
sus servicios, la joven, deseosa de mostrar su valía, decide tomar la
iniciativa de marcharse junto a la Bestia a pesar de la oposición de sus
parientes. A partir de entonces, la joven se convertirá en la administradora de
Rumpelstiltskin y en su sirvienta pero, poco a poco, el temor que sentía hacia
él irá desapareciendo a medida que descubre que, en el fondo, no es tan malo
como creía.
Estamos ante una versión del cuento que busca el apoyo
seguro de la película de Disney, tanto en la presencia de sus personajes humanos
principales como en su vestuario, pero también ante una apuesta arriesgada y el
primer tanteo de la aparición de un mismo protagonista para distintos cuentos,
algo que será característico en esta serie. El guión de "Skin deep"
corre a cargo de Jane Espenson, conocida por sus trabajos en Buffy Cazabampiros
y Juego de Tronos, sin embargo, y aunque podemos afirmar que posiblemente se
trate de uno de los mejores capítulos de la primera temporada, el guión es
demasiado lineal, especialmente en las partes que se centran en el mundo del
cuento. Se echa en falta un toque de magia menos superficial y más interno, y
unos diálogos más completos y eficientes. En lo que respecta a los efectos
especiales y los planos sobre chroma son bastante buenos, especialmente en las
escenas donde se muestra el castillo de la Bestia.
Aparición fortuita de "Chip" y la Señora Pots. |
Por su parte, la aparición de algunos personajes como
el Rey Maurice o Gastón deja bastante que desear, especialmente el segundo. Da
la impresión de que su aparición no sea más que una escusa para que el
espectador recuerde a los personajes de dibujos animados por medio de sus
nombres, pero descuidando sobremanera sus personalidades y dejándolos a medio
cerrar. El padre de Bella decepciona, convertido en una suerte de déspota
egoísta que confunde amor con interés, y Gastón, convertido en un simple
caballero renacentista, parece un florero con la lengua muy corta y nada de empatía.
Lo mejor sin duda es la actuación del escocés Robert
Carlyle en el papel de Bestia/Rumpelstiltskin, donde una vez más se nos muestra
como un auténtico maestro de la interpretación. La risa malévola y gutural de
su personaje, las variaciones de voz desde una estremecedora gravedad hasta
chillidos agudos y disparatados, acompañados por exagerados gestos teatrales
pero tan naturales como el propio caracter embustero del personaje, hacen del
trabajo de Carlyle una delicia para los amantes de la buena interpretación. Y
lo cierto es que es gracias a la presencia de Rumpelstiltskin y su sorprendente
protagonismo que esta historia se mantiene a flote, de otro modo insípida. Al
rol de la Bella, por su parte, le da vida la australiana Emilie de Ravin (la conocida
Claire Littleton de Perdidos) con una actuación correcta, un poco
rígida, a veces hasta el punto de dejar tibio al espectador. En ocasiones
parece no terminar de creerse su papel y en otras parece habérselo bebido,
aunque, en definitiva, sus gestos dicen más que sus palabras.
El Señor Gold, de príncipe a hombre de negocios. |
Y es que tal vez sea por la fuerza de sus principales
protagonistas o por el amor de gran parte del público por este cuento, pero lo
cierto es que, a diferencia de historias como Cenicienta o Hansel y Gretel, la
Bella y la Bestia de Érase una vez ha continuado avanzando a lo largo de la
primera y segunda temporadas, dedicándole capítulos casi en exclusiva para
profundizar -o al menos intentarlo- en la relación sentimental y visual de esta
pareja. Por desgracia, los resultados han sido dispares: viéndolo de fuera
hacia dentro, parece que el cuento se les hubiese ido de las manos. Demasiados
enredos incómodos, situaciones llevadas al extremo y salvadas de forma irreal,
y una historia que, a medida que se suceden los capítulos, se vuelve más
pretenciosa y caótica, reflejando el propio caos que comienza a extenderse
entre los personajes de Storybrooke y que alcanza su máximo exponente en el
propio Rumpelstiltskin, que ahora no solo tiene la responsabilidad de dar vida
a la Bestia, sino también a la peor pesadilla del Capitán Garfio (y no es Peter
Pan); demasiados roles juntos en un solo cuerpo que pueden llegar a agotar al
espectador, y es que a "Rumpel" ya solo le falta interpretar a la
bruja Úrsula de La Sirenita para terminar de poner la guinda al pastel.
Por su parte, Bella ha pasado de ser una princesa inteligente, valerosa y fiel,
a convertirse en una bibliotecaria algo torpe y recelosa, a la que no parece
que nadie tome demasiado enserio y que siempre termina convertida en la víctima
de las intrigas de los antagonistas principales; en definitiva, una
"pupas", algo que no hace ningún favor a un personaje cuya misma
esencia pide un protagonismo más sano.
Sin embargo, viéndo la situación de dentro hacia
fuera, puede que tal vez quede algo de esperanza para el buen desarrollo de
esta historia, aunque solo si leemos entre líneas y con lupa. La presentación
de una Bestia brutal, no tanto físicamente como moralmente, con actos interesados
y reprobables que consiguen enfrentar a Rumpelstiltskin con todos los
habitantes de Storybrooke y provocar su odio contra él, parece un grito al más
puro estilo "¡Hay que matar a la Bestia!" y, si a ello le sumamos la
presencia de una Bella enamorada y testaruda, dispuesta a ver más allá de las
apariencias y a encararse a cualquiera con tal de salvar a su pareja, nos
quedan algunos motivos para permanecer atentos por si acaso las aguas
decidieran regresar a su cauce... Por desgracia, las últimas novedades parecen
indicar lo contrario.
Sabor agridulce en cualquier caso, con actores
brillantes muy desaprovechados en un guión donde todo parecía estar bien atado
pero que ha terminado desvirtuándose sin pudor, insertando elementos ajenos
que, en vez de enriquecer la trama, la enmarañan innecesariamente. Los
personajes parecen haberse estancado y todas las oportunidades que se han
presentado para dar a esta historia un toque realmente innovador y mágico han
sido pisoteadas. Hasta el momento, una decepción.
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