miércoles, 4 de junio de 2014

Un cuento tan viejo como el tiempo..

[Realizado en 2013-05-15]




La enseñanza más maravillosa de la Bella y la Bestia es que las cosas deben ser amadas antes de ser deseables.

Con esta frase el escritor y filósofo inglés G. K. Chesterton nos abre el corazón de uno de los cuentos más entrañables y preciosos de todos los tiempos, además del favorito de una servidora: La Bella y la Bestia. Un cuento con una sospechosa base en las historias de la mitología griega que tomó forma por medio de la pluma de varios escritores, cristalizando en la sencilla versión de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, y alcanzando una fama universal gracias a la adaptación animada de los estudios Walt Disney. 

Emile de Ravin interpretando a Bella.
Una historia que, en su versión tradicional, nos sitúa en la vida de Belle (Bella), una joven francesa del siglo XVIII, hija de un mercader caído en desgracia, que sufre las burlas y malos tratos de sus hermanas, hermosas como ella, pero vanidosas y frívolas. Por culpa de un giro de la suerte y para salvar la vida de su padre, Bella se ve obligada a vivir en los dominios de una extraña criatura de aspecto grotesco aunque de noble corazón que habita en un castillo solitario y oculto en un valle. La bondad del monstruo puede finalmente más que su terrible aspecto y la joven termina entregándole su corazón, lo que hará que la bestia ya no sea la misma nunca más. Mientras que, en su versión de animación, Bella se nos presenta como la inteligente hija única de un bondadoso inventor que, tras cambiar su suerte por la de su padre, es encerrada en un castillo encantado, en el que todos sus habitantes sufren una terrible maldición que los ha convertido en útiles del propio castillo y que solo podrá romperse por medio del amor de la muchacha hacia el monstruoso dueño del lugar.

Resulta verdaderamente asombroso que una historia tan sencilla pueda propiciar la aparición de lecturas tan distintas de su forma sin que su fondo se vea afectado en lo más mínimo... Al menos hasta ahora.

De la mano del canal norteamericano ABC, propiedad de la compañía Walt Disney y responsable de series originales como Castle o Modern Family, y con la autoría de los conocidos creadores de Perdidos, Adam Horowitz y Edward Kitsis, nos llega Érase una vez (Once Upon a Time), la historia de Emma Swan, una joven que ha pasado sola toda su vida tras haber sido abandonada por sus padres al poco de nacer y haber dado en adopción a su único hijo. La serie arranca cuando Henry, el niño ahora de diez años, reaparece en su vida y se la lleva a Storybrooke, una extraña ciudad de Maine (EE.UU.) cuyos habitantes, según el pequeño, no son sino los personajes de los cuentos que han sido atrapados por una maldición de la Reina Malvada y encerrados fuera del tiempo sin sus recuerdos. La cosa parece complicarse aún más cuando Henry desvela a la mujer que ella es la encargada de devolver a aquellas personas sus finales felices, inclusive a la propia madre de Emma: Blancanieves.

El personaje de Rumpelstiltskin y La Betia se funden.
En medio de este maremágnum de personajes amnésicos, vidas paralelas y finales felices que penden de un hilo, la aparición estrella de nuestro cuento se encuentra en el capítulo doce de la primera temporada titulado en España "A flor de piel" (Skin deep), donde la cruda realidad de una reinterpretación demasiado libre de la historia nos pone en antecedentes de lo que nos espera: Bella ya no es una humilde y valerosa campesina, sino una princesa, hija del Rey Maurice y prometida al noble Gastón, que aguarda la llegada a su palacio de Rumpelstiltskin, un hombre maldito de desagradable aspecto al que los aldeanos apodan "Bestia" debido a su malicia y a su gusto por hacer tratos con personas desesperadas. El Rey lo ha llamado para que lo ayude en su lucha contra los ogros, pero ante la negativa de entregar a Bella a cambio de sus servicios, la joven, deseosa de mostrar su valía, decide tomar la iniciativa de marcharse junto a la Bestia a pesar de la oposición de sus parientes. A partir de entonces, la joven se convertirá en la administradora de Rumpelstiltskin y en su sirvienta pero, poco a poco, el temor que sentía hacia él irá desapareciendo a medida que descubre que, en el fondo, no es tan malo como creía.

Estamos ante una versión del cuento que busca el apoyo seguro de la película de Disney, tanto en la presencia de sus personajes humanos principales como en su vestuario, pero también ante una apuesta arriesgada y el primer tanteo de la aparición de un mismo protagonista para distintos cuentos, algo que será característico en esta serie. El guión de "Skin deep" corre a cargo de Jane Espenson, conocida por sus trabajos en Buffy Cazabampiros y Juego de Tronos, sin embargo, y aunque podemos afirmar que posiblemente se trate de uno de los mejores capítulos de la primera temporada, el guión es demasiado lineal, especialmente en las partes que se centran en el mundo del cuento. Se echa en falta un toque de magia menos superficial y más interno, y unos diálogos más completos y eficientes. En lo que respecta a los efectos especiales y los planos sobre chroma son bastante buenos, especialmente en las escenas donde se muestra el castillo de la Bestia.

Aparición fortuita de "Chip" y la Señora Pots.
Por su parte, la aparición de algunos personajes como el Rey Maurice o Gastón deja bastante que desear, especialmente el segundo. Da la impresión de que su aparición no sea más que una escusa para que el espectador recuerde a los personajes de dibujos animados por medio de sus nombres, pero descuidando sobremanera sus personalidades y dejándolos a medio cerrar. El padre de Bella decepciona, convertido en una suerte de déspota egoísta que confunde amor con interés, y Gastón, convertido en un simple caballero renacentista, parece un florero con la lengua muy corta y nada de empatía.

Lo mejor sin duda es la actuación del escocés Robert Carlyle en el papel de Bestia/Rumpelstiltskin, donde una vez más se nos muestra como un auténtico maestro de la interpretación. La risa malévola y gutural de su personaje, las variaciones de voz desde una estremecedora gravedad hasta chillidos agudos y disparatados, acompañados por exagerados gestos teatrales pero tan naturales como el propio caracter embustero del personaje, hacen del trabajo de Carlyle una delicia para los amantes de la buena interpretación. Y lo cierto es que es gracias a la presencia de Rumpelstiltskin y su sorprendente protagonismo que esta historia se mantiene a flote, de otro modo insípida. Al rol de la Bella, por su parte, le da vida la australiana Emilie de Ravin (la conocida Claire Littleton de Perdidos) con una actuación correcta, un poco rígida, a veces hasta el punto de dejar tibio al espectador. En ocasiones parece no terminar de creerse su papel y en otras parece habérselo bebido, aunque, en definitiva, sus gestos dicen más que sus palabras.

El Señor Gold, de príncipe a hombre de negocios.
Y es que tal vez sea por la fuerza de sus principales protagonistas o por el amor de gran parte del público por este cuento, pero lo cierto es que, a diferencia de historias como Cenicienta o Hansel y Gretel, la Bella y la Bestia de Érase una vez ha continuado avanzando a lo largo de la primera y segunda temporadas, dedicándole capítulos casi en exclusiva para profundizar -o al menos intentarlo- en la relación sentimental y visual de esta pareja. Por desgracia, los resultados han sido dispares: viéndolo de fuera hacia dentro, parece que el cuento se les hubiese ido de las manos. Demasiados enredos incómodos, situaciones llevadas al extremo y salvadas de forma irreal, y una historia que, a medida que se suceden los capítulos, se vuelve más pretenciosa y caótica, reflejando el propio caos que comienza a extenderse entre los personajes de Storybrooke y que alcanza su máximo exponente en el propio Rumpelstiltskin, que ahora no solo tiene la responsabilidad de dar vida a la Bestia, sino también a la peor pesadilla del Capitán Garfio (y no es Peter Pan); demasiados roles juntos en un solo cuerpo que pueden llegar a agotar al espectador, y es que a "Rumpel" ya solo le falta interpretar a la bruja Úrsula de La Sirenita para terminar de poner la guinda al pastel. Por su parte, Bella ha pasado de ser una princesa inteligente, valerosa y fiel, a convertirse en una bibliotecaria algo torpe y recelosa, a la que no parece que nadie tome demasiado enserio y que siempre termina convertida en la víctima de las intrigas de los antagonistas principales; en definitiva, una "pupas", algo que no hace ningún favor a un personaje cuya misma esencia pide un protagonismo más sano.

Sin embargo, viéndo la situación de dentro hacia fuera, puede que tal vez quede algo de esperanza para el buen desarrollo de esta historia, aunque solo si leemos entre líneas y con lupa. La presentación de una Bestia brutal, no tanto físicamente como moralmente, con actos interesados y reprobables que consiguen enfrentar a Rumpelstiltskin con todos los habitantes de Storybrooke y provocar su odio contra él, parece un grito al más puro estilo "¡Hay que matar a la Bestia!" y, si a ello le sumamos la presencia de una Bella enamorada y testaruda, dispuesta a ver más allá de las apariencias y a encararse a cualquiera con tal de salvar a su pareja, nos quedan algunos motivos para permanecer atentos por si acaso las aguas decidieran regresar a su cauce... Por desgracia, las últimas novedades parecen indicar lo contrario.

Sabor agridulce en cualquier caso, con actores brillantes muy desaprovechados en un guión donde todo parecía estar bien atado pero que ha terminado desvirtuándose sin pudor, insertando elementos ajenos que, en vez de enriquecer la trama, la enmarañan innecesariamente. Los personajes parecen haberse estancado y todas las oportunidades que se han presentado para dar a esta historia un toque realmente innovador y mágico han sido pisoteadas. Hasta el momento, una decepción.


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